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REPARTO DE COCAÍNA EN UNA PERFORMANCE EN BOGOTÁ


En el espectáculo de una artista cubana, se ofrecía la droga en una bandeja y algunos asistentes la consumieron. El acto estaba financiado con fondos públicos por lo que el Gobierno colombiano emprenderá acciones legales. La 'performance' fue suspendida en cuanto apareció la droga.






El mayor cuestionamiento es que el encuentro en el que se efectuó recibió fondos públicos.
Todo era tranquilidad en la obra que la artista cubana Tania Bruguera presentaba en el edificio de la Escuela de Bellas Artes de la universidad, hasta que una mujer  empezó a ofrecer cocaína en una bandeja de vidrio a los asistentes.
El evento -que era parte del ‘performance’ de esta cubana reconocida con prestigiosas becas y premios internacionales- sucedió durante los últimos días del VII Encuentro del Instituto Hemisférico de Performance y Política, convocado por ese instituto que investiga las prácticas corporales en el arte, con sede administrativa en la Universidad de Nueva York. De él hacen parte universidades de todo el continente, entre ellas la Nacional, coorganizadora del certamen. Contó con el apoyo del Ministerio de Cultura y la Alcadía de Bogotá, entre otras entidades.
La fama de Bruguera hizo que el recinto estuviera abarrotado y que se ubicara una pantalla en el exterior. No en vano ha participado en eventos mundiales como Documenta (en Alemania), en las bienales de Venecia (hizo un acto en el que abría la posibilidad de morir de un tiro frente al público), Johanesburgo, Sao Paulo (Brasil), La Habana, Shangai (China) y  recibido becas como la Guggenheim y  el premio Príncipe Claus, en el 2000 (entregado en Holanda).
La artista había llevado a tres personas para hablar. Supuestamente eran un paramilitar (reinsertado), una ex guerrillera y una desplazada. Según cuenta una persona de la universidad que no quiso ser identificada cuando el polvo empezó a circular, la gente se olvidó de lo que sucedia con los invitados. Unos consumieron la cocaína y otros se fueron del recinto. Entre los que abandonaron estuvieron artistas como Mario Opazo, Doris Salcedo y Jaime Iregui, y la curadora María Elvira Ardila, según cita el blogger de Eltiempo.com y director del Museo de Arte de la Universidad Nacional, Ricardo Arcos-Palma.



“De un momento a otro, afuera de la escuela, la transmisión se interrumpió y vimos a David Lozano, uno de los curadores de la muestra, condenar públicamente el hecho de haber consumido coca. El director de la Escuela de Artes Plásticas, Nelson Vergara, había también condenado el hecho”, dice Arcos-Palma.
No se sabía de la cocaína
Consultada por EL TIEMPO, Adriana Mejia, Coordinadora operativa del evento, dijo: “Para su ‘performance’ ella había pedido muchas cosas. Unas eran posibles, otras no.
Inclusive, quiso un arma, pero se le respondió que estaba prohibido tener una en el campus. Respecto a la cocaína,  entiendo que ella, meses atrás, había dicho algo y  los coordinadores le dijeron que no era posible”. Agrega que la artista firmó un documento en el que se hizo responsable de lo que hacía. “Ella no solicitó la cocaína ni esta se autorizó”, concluye Mejía, al referirse a los que ocurrió en los días previos a su presentación.
Comenta que, de hecho, el ‘performance’ fue detenido en el momento en el que se dieron cuenta de que se estaba repartiendo cocaína. Aunque Arcos-Palma dice que se consumieron tres bandejas.
Frente a si esto fue hecho con dineros públicos, Clarisa Ruiz , directora de Arte del Ministerio de Cultura, reconoce que aportaron al encuentro, en general, 32 millones de pesos. “El Ministerio no entra a definir los contenidos de lo que se presenta. Sabemos de la seriedad del evento y de la trayectoria de los artistas, pero el Ministerio no define si el artista dice esto o lo otro porque no somos organismo de censura”, dice la funcionaria, quien agrega que eso faltaría a normas constitucionales.
Mientras tanto, desde el punto de vista artístico, la actuación fue desafortunada, según varios especialistas. Así lo dice la crítica María Belén Sáez: “Bruguera reduce todo a un problema local y no tiene rigor ético. Es amoral lo que hace. Usa un lugar para enunciar algo dentro de una comunidad estudiantil y la pone en una situación de consumo. Es muy triste”.



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